Lilith, Adán y Elohim
Y creó dios al hombre a su imagen,
a imagen de dios lo creó; varón
y hembra los creó.
Génesis 1, 27
¿Por qué hay guerras en el mundo? ¿Por qué mueren personas inocentes mientras seres arrogantes, vanidosos y crueles andan campantes por la tierra que creó el Señor? ¿Acaso Dios nos ha abandonado? No, Él no nos abandonó por estar decepcionado con lo que creó, no lo hizo por nosotros, lo hizo por él mismo.
Se conoce de la tradición oral hebrea que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, creó al hombre y a la mujer. Sin embargo, no solo iguales sino que con la arcilla que los moldeó creó una única figura, la mujer y el hombre ya juntos, a los que separó de una tajada. Adán y Lilith. Como iguales, Lilith no podía tolerar que Adán la dominara en el acto sexual. Adán siempre se ponía sobre ella, la aplastaba y nunca dejaba que ella interviniera. Lilith se sentía atrapada en un Edén que parecía haber sido creado para el hombre, deseó volar y librarse de esa condena. Sin embargo decidió proponerle a Adán un cambio, al que este se negó obligándola a obedecer. Adán, tan arrogante como robusto y alto, le dijo que ella había sido creada para él, por eso era de menor tamaño y fuerza. Lilith, rebelde, insumisa, decidida, gritó al viento que solo se postraría ante Yahveh. Cada palabra que ella pronunciaban hacía que Adán se acercara más y sintiera unas ganas insoportables de volver a poseerla. Sus manos se posaron en Lilith, sus pieles se hicieron una, y Lilith sintió morir, odió esas manos que se aferraban a ella y la inmovilizaban. Ella se resistió, pero el hombre fue hecho para la fuerza, y la mujer para la inteligencia. Esta llamó a su Dios por todos los nombres que conocía, pero este no acudió en su ayuda.
Sintiendo el sudor de la cara de su torturador, Lilith pronunció el nombre secreto de Adonai. Usó el poder de la palabra sagrada para liberar a los vientos y que estos la elevaran. El paraíso le había parecido un lugar angosto, oscuro, lleno de sufrimiento, por lo que decidió salir de él y buscar un lugar mejor donde vivir a lo largo de las extensas zonas de la creación. Esta salió del Edén y dio a parar al Mar Rojo, donde se encontró con el ángel caído, Lucifer. Ambos habían sido desterrados, ambos eram fuego, rebeldía, insumisión, libertad.
Adán se quedó solo en el paraíso y pidió a Elohim que volviera Lilith para poder servirle y alabarle como este merecía. Yahveh empujó a los ángeles a que fueran en su búsqueda y la invitaran a regresar, este perdonaría su partida del Edén. Sin embargo, Lilith rehusó su invitación, además de no querer volver a someterse al hombre, esta ya no era pura para volver a pisar el Edén, había concebido descendencia, sus lilim y ella ahora formaban parte de la tierra.
Debido a que Lilith rehusó someterse a la voluntad de su Dios, ese Dios que la había abandonado cuando le suplicó ayuda, fue condenada a vivir en la oscuridad y su nombre y su faz se volvieron en su contra. Esta sintió su cuerpo temblar, su piel enblanquecer, y gritó compungida pero llena de ira que Adán era el culpable de que Elohim la abandonara, y que este debería pagar. Los ángeles enviados por Yahveh le dijeron que no podría tocar nunca ni a Adán ni a su descendencia porque estos los protegerían y, si esta se dignaba a intentar hacerle daño, morirían cientos de Lilim y se quedaría sola. Su indignación y cólera llenó el lugar, y gritó: “que así sea”. Los ángeles se marcharon y las lágrimas de Lilith desbordaron esa noche el Mar Rojo mientras llamaba a ese Dios que nunca estuvo para ella.
Elohim aprovechó que Adán estaba dormido para sumirlo en un sueño más profundo aún. Dios sacó de su cuerpo la quinta costilla, y con ella moldeó el hermoso cuerpo de una mujer. La hizo sumisa, moldeable como el fresco barro del que Adán estaba hecho, la proveyó de un alma inmortal, libertad y fertilidad, y le dio nombre, Eva. Yahvéh despertó a Ádán y le presentó a su nueva compañera, tan parecida a él que nunca podrían vivir uno sin otro. Adán debía mostrarle a Eva el jardín del Edén, y explicarle la existencia de una fruta que jamás podrían tocar. Este era feliz sabiendo que esa mujer había salido de él, además de ser dócil y mansa.
Lilith y Lucifer sabían que Adán había actuado mal y en contra a lo que su Dios dispuso para él, su soberbia lo había llevado a creerse superior a Lilith, hecha a imagen y semejanza de Dios. Es por este motivo que se prepararon para demostrar que Adán no sería fiel a Dios siempre y que podría volverse en su contra, por lo que vería la buena intención de Lilith y Lucifer y los alzaría de nuevo al Edén expulsando a Adán de él. Como Lilith no podía entrar al Edén, fue Lucifer quien entró y se encubrió en la piel de una serpiente, se escondió en el árbol prohibido a la espera del hombre.
Eva, curiosa, se acercó al árbol sin dejar de maravillarse por las creaciones de Dios en el Edén. Encontró a la serpiente y le preguntó cómo no estaba muerta estando posada en el árbol. Yahvéh les había advertido de que si rozaban una hoja de este árbol caerían fulminados por un rayo. Eva se acercó, rozó el árbol y nada pasó. Eva lloró desconsolada al ver que su Dios le había engañado y al recordar las palabras de la serpiente que le decían que Dios los quería inocentes, desconocedores para no ser capaces de enfrentarse a él. Lucifer, encarnado a la serpiente, engañó a Eva diciéndole que al comer de la fruta prohibida se convertirían en dioses. Esta mordió la fruta. Y se convirtió en conocedora, ahora todo lo sabía. Sentía miedo, frío, la desnudez, cosas que jamás antes había sentido. Adán mordió la fruta no deseando que Eva fuera más que él, y ambos tejieron hojas de parra para tapar su desnudez.
Dios condenó a la serpiente a raptar por el suelo eternamente, a Eva a desgarrarse cada vez que pariera un hijo y la obligó a ser obediente al hombre. Adán fue castigado a labrar la tierra y a cuidar a su descendencia. Condenó a ambos a salir del Edén y a tener conciencia de su finitud, de la muerte, y querrán evitarla en vano. Sin embargo, Dios no perdonó a Lucifer y a Lilith. Eva conoció el dolor, cuando su primogénito, Caín, asesinó a su hermano. Adán no dejó nunca de recordarle que si ella no hubiera comido de ese fruto, no habrían sido desterrados del Edén, Eva agachaba la cabeza y callaba.
Por otro lado, Lilith, permanentemente bella, vagó durante toda la eternidad en busca de la semejanza con su Dios, la que nunca encontró ni encontraría hasta que Yahvéh se dignara a volver a mirarla.
Después de la decepción que Dios había sufrido al tener que expulsar a su creación y hacerlos descender del Edén, este se sentía muy solo y necesitó crear una compañera igual que él, su esposa. Fue así como Dios creó a Shekinah, madre de todos los pueblos. Esta era la parte femenina de lo divino, la parte material también. Por ser material pudo ser capturada y asesinada. Dios, que no puedo aguantar la soledad de nuevo y la tragedia de haber perdido todas sus mejores creaciones, decidió encontrar una amante. Lilith, que bajo un manto celestial, iluminado por las estrellas de la noche, ama de la oscuridad y por tanto de la noche y de las estrellas, se acercó a Dios ofreciéndole un consuelo que este aceptó. Lilith, la desterrada, la abandonada por Dios, la repudiada, corrompió a Dios haciéndole mirar hacia otro lado y abandonando a sus otras creaciones, los humanos. Desde el momento en el que Lilith cautivó a Dios, este no es capaz de ejercer su libertad y su voluntad. Yahvéh mira a otro lado cuando ve una injusticia, una guerra,…Lilith lo condenó a vivir conociendo que los seres humanos mueren a diario por su culpa, por mirar a otro lado como hizo con ella.